Escucho. Puedo escuchar. Sé cómo hacer para escuchar. Escucho. No sé por qué escucho, sólo escucho. No sé para qué escucho. No sé qué hacer con lo que escucho ni entiendo lo que escucho, yo escucho. Leo y escucho, a mí nadie me dice lo que tengo que hacer y yo quiero escuchar, puedo escuchar y escucho. Dicen que no tengo que escuchar pero yo estoy escuchando, ¿cómo no voy a tener que escuchar si yo estoy escuchando, si es que puedo escuchar y escucho?
Después me dicen que yo estoy escuchando y resulta que yo no escucho. Me dicen que hay una ley que dice que yo no puedo escuchar y yo sí escucho pero digo que no escucho (señal) y así estoy cumpliendo la ley que dice que no puedo escuchar, una ley rara puesto que dice que no y es que sí. Y luego como la ley dice que no y es que sí, yo digo también que no porque sí creo en la ley y entonces digo que no y es que sí y eso ya no se qué cosa es.
Después al que me dice que le he escuchado le digo que no le he escuchado y que él cree que yo le escucho y cuando lo veo por ahí no le reconozco y yo tampoco me reconozco porque cuando estoy diciendo que no hago lo que sí hago estoy representándome también a mí, sobre todo a mí. Y todo consiste en decirle al que escucho que no le escucho para que yo que escucho y yo que digo que no escucho estemos siempre en desacuerdo. Porque yo cuando leo a cerca de que escucho pero digo que no escucho, tampoco sé si decir que escucho o que no escucho, entonces digo lo que diga ese a quién sí escucho. Porque si no dijera que yo escucho pero digo que no escucho, entonces, para qué iba yo a escuchar.
Total, yo nunca estoy para decirle a ese que escucho que yo soy yo y él es él, para aclarar las cosas el que escucho casi no habla o habla lo imprescindible de hablar y acaba siendo como escucharme a mí y sólo a mí todas las veces, me dice (digo) que está muy cansado de que le escuche y diga que no le escucho, que va a dejar de hablarme para siempre, que en realidad no me conoce, que jamás me ha visto, escuchado ni nada parecido, que sólo soy producto de su imaginación, que daría lo mismo estar hablando en un idioma o en otro, que qué cosa tan tonta estar escuchando así sin escuchar y que todo, todo, todo, consiste en esto que es una mentira que el que escucha (yo) está dispuesto a llevar hasta las últimas consecuencias porque si desapareciera la mentira no sé con qué me iba a encontrar. En realidad es para que ese al que escucho me diga qué es lo que yo tengo que escuchar, pero como le digo que no le escucho, lo que me dice es como si no me lo hubiera dicho y me doce que no le escuche puesto que digo que no le escucho pero tampoco le oigo.
Y después no sé qué hacer con lo que oí pero hago cosas, siempre hago cosas, no paro de hacer y deshacer cosas porque lo que oí no era lo que pensaba que quería que dijera, o sí, ya no me acuerdo, y mis reacciones son siempre algo que parte de lo que oí que no escuché, pero lo oí, o fue al contrario, ya no lo sé, yo igual reacciono. Y ese al que escucho también me escucha cuando digo que no le he escuchado cuando dijo bla bla bla, pero me siguen, les hace mucha gracia hacer lo mismo que hago yo de escuchar y decir que no escuchan, tampoco saben qué hacer con lo que escuchan, no sabemos ninguno que hacer con lo que oímos que no escuchamos pero hemos hecho que pareciera que hay dos bandos, el que escucha y el escuchado. Ya siempre es así, siempre es así, ya siempre es así. (señal)
Pilarin, 25 de septiembre de 2009
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